Vamos a conocer a Pedro Mairal de la mano de Una noche con Sabrina Love. Se trata de un joven autor nacido en Buenos Aires y actualmente profesor de la cátedra de Literatura Inglesa en la Universidad del Salvador. Es esta su primera novela que viene avalada por el Premio Clarín 1998.
Si una novela de formación (aquello que la cultura alemana llama bildungsroman) ha de poder mostrar un cierto proceso de aprendizaje cultural, corporal, espiritual o moral, y tiene que hacerlo no necesariamente mostrando, de manera explícita, cuáles son los mecanismos narrativos que llevan al personaje a “formarse” en tal o cual sentido, porque la presentación de los hechos basta; si esa misma novela exhibe al protagonista iniciándose en lo que consideramos lo imprescindible y lo hace auspiciado por una perspectiva narrativa verosímil y por una escritura rigurosa, capaces ambas de sostener toda la estructura de la novela, entonces Una noche con Sabrina Love cumple a la perfección, y con suficiente maestría, las pautas que el género, supuestamente, pone al servicio del escritor. Mairal acierta en conjugar la visión de una realidad cotidiana de un muchacho de diecisiete años con una descripción narrativa que atrapa al lector porque quiere conocer, como Daniel Montero, qué puede haber tras esas rituales experiencias de iniciación. Se agradece que los hechos y que las aventuras y desventuras que se narran no vayan acompañadas de un juicio moral por parte del narrador. El capítulo catorce y quince (dos párrafos para cada uno de ellos) son de una densidad envidiable: “Con los primeros espasmos, Daniel sólo alcanzó a ver arriba su imagen en el cielo raso como sobrevolándose. Después cerró los ojos y sintió que caían juntos al agua del espejo.” Los diálogos son, sin duda, excelentes: no hay, no debe haberla nunca, ingenuidad narrativa.
Las carencias también pueden mostrar, aunque sea como una imagen invertida, los posibles logros futuros de un novelista. Y aquí hemos leído algunas. Mairal prescinde, casi de una forma absoluta (la elección es legitima), de trabajar el lenguaje. Precisemos. Su elección argumental y, sobre todo, el tono de la narración y el tipo de narrador elegido lleva consigo una escritura eficazmente veloz: traslada así al lector las continuas y rápidas experiencias del protagonista. Pero uno hubiera querido también leer, y detenerse, en las consideraciones, siempre precisas y bien resueltas, que el narrador sólo ocasionalmente ofrece.
No estamos ante una la novela que cambiará nuestra percepción de la realidad, pero es útil comprobar que otra realidad ha sido contada sin aspavientos, tal cual es, y nos ha proporcionado algunas horas de lectura divertida.