Autor de obras como Ardiente paciencia (rebautizada como El cartero de Neruda y con la que Michael Radford construyó la versión cinematográfica que tituló El cartero), No pasó nada o la más reciente La boda del poeta, Antonio Skármeta, Antofagasta, Chile (1940), nos entrega ahora La chica del trombón. Esta novela narra la historia de una chica llamada Magdalena X que sobre todo es y quiere ser reconocida como Alia Emar Coppeta, esa niña huérfana que es acogida por su supuesto abuelo y quiere reconstruir su pasado para saber de dónde viene (¿dónde están sus padres?¿cuál es su historia?), pero que trata de construirse, sobre todo, desde un futuro que pueda darle su verdadera identidad: “Pero yo, Alia Emar, tenía certezas no formuladas. Era el borrador de una persona, y esa mujer precaria sabe esa noche que es algo más que ella misma. Lo sabe por los poros de su piel, las cavidades de su nariz, la humedad en sus ojos, el latir de su corazón derramado en la noche, infiltrada en la música. Soy «yo»” El lector asiste a la historia de su vida que es el libro que tiene en sus manos. Alia Emar es un personaje absolutamente inclaudicable a renunciar a los sueños que el cine le ofrece y si para ello tiene que modificar la realidad no dudará en hacerlo. La película ommipresente durante toda la novela es King Kong y el escenario el Empire State y, por supuesto, New York.
Alia Emar se busca a sí misma, se busca en la amistad, se busca en el amor con Pedro Pablo Palacio, aliterado personaje “que desordenó mis sentidos y puso en ascuas mis sueños; se buscará en la literatura leyendo a poetas chilenos y se buscará en la política conociendo y vinculándose a la causa de Salvador Allende. La novela fluctúa de manera inteligente entre diversos momentos de nostalgia y de felicidad, a menudo ligada a Pedro Pablo Palacio, y de momentos decisivos en la historia de Chile, siempre desde un encomiable lirismo contenido.
Skármeta ha logrado construir un texto irónico, aunque el lector siempre tenga la impresión que la tragedia de aquellos que tienen un nombre, pero no una identidad, pueda, en cualquier momento, partir en dos la novela y convertirla en una tragedia. La chica del trombón retoma algo que ya es el sello propio en las obras de Skármeta: personajes bien definidos y diferenciados y que son una fusión perfecta entre la razón y la sensualidad y una muy consciente y bien resuelta posición de esos personajes en la acción narrativa. Asistimos a una obra en la que debe subrayarse que el escritor no sólo conoce el oficio (y no es poco en los tiempos que corren), sino que también sabe perfectamente que el lector, en definitiva, tal vez quiera buscar su nombre al cerrar la novela.