“En un cuento moderno a nadie se le ocurre decir cosas elevadas, porque se considera de mal gusto, y probablemente lo sea; en cambio, si usted atribuye ideas elevadas a un animal, digamos a una pulga, los lectores sí lo aceptan, porque entonces creen que se trata de una broma y se ríen y la cosa elevada no les hace ningún daño, o ni siquiera la notan.” Estas palabras de Monterroso escritas en 1981 son el pórtico idóneo para estas Criaturas de la noche con el que Lázaro Covadlo (Buenos Aires, 1937) ha ganado el Premio de Novela Café Gijón 2004. Aquí se narra la extraordinaria e inverosímil historia de Dionisio Kauffmann a quien se le ha acampado una pulga en el oído para evitar sus continuas meteduras de pata. De esta simbiótica relación uno conseguirá fama y dinero y la otra colmará sus apetitos corporales: todo lo que ve, toca y siente Dionisio lo gozará también la pulga parlanchina que le ofrecerá a cambio sus discursos para que Dionisio consiga lo que quiera.
Lo más destacable de este relato es la concisión casi epigramática del discurso, el hábil manejo del absurdo y el efecto cómico de muchas de las escenas que le permiten a edificar una fábula moderna alejada de toda forma sublime o clásica y que reflexiona sobre la condición humana, sus debilidades y sus miserias. La pretensión no es otra que componer una escritura cuya estrategia básica configura al propio texto como un texto paródico, con una vis cómica esencial, pero prefigura también al lector satirizándolo como estrategia del discurso. Las flaquezas de Dionisio Kauffmann son también las nuestras: la estupidez, la cobardía, la insensatez o las conductas impropias. Pero no se pretende enseñar o moralizar a través del ejemplo, para mejorar las costumbres. Se cumple más bien, y no es poco, lo que el mismo Monterroso sentenció: “Lo mejor es acercarse a las fábulas buscando de qué reír.” La respuesta sea, tal vez, nosotros mismos.