Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) despertó a la fama literaria hace pocos meses al alzarse con el Premio Alfaguara de Novela 2006 gracias a su novela Abril rojo. Roncagliolo es también autor de un libro de cuentos, Crecer es un oficio triste (2003) y de una muy notable y pequeña novela titulada Pudor (2005). Ahora Seix Barral recupera un texto narrativo, que ya había sido publicado por Ediciones del Bronce en 2002.
El príncipe de los caimanes es un texto narrativo desigual que narra la aventura viajera de dos personajes que entrecruzaran sus vidas en medio del Amazonas y en pleno siglo XX. El joven Roncagliolo es un autor que dilatada sus libros bajo el poder omnívoro de una prosa eficaz y sugestiva. Así en Abril rojo, donde fue capaz de tensionar un largo lamento con una voz narrativa que le permitía al lector escuchar el aliento mortífero y letal de los protagonistas. De Roncagliolo esperamos lo mejor porque le hemos sabido capaz de conquistar un terreno personalísimo y coherente sin menoscabo de una irónica voluntad crítica.
Pero tenemos ahora editorial y autor han permitido la publicación de un libro que no le hace ningún favor. Las prisas al calor del éxito nunca fueron buenas consejeras. Por momentos, El príncipe de los caimanes es una novela que ofrece un panorama sagaz sobre los entresijos y motivaciones que provoca un viaje exterior que es una travesía interior. Pero no acertamos a comprender porqué motivos la acertada alternancia entre la historia de Miguel y Sebastián se diluye en un sinfín de acontecimientos que ponen en escena un viaje al centro de un espejismo con unos personajes y diálogos esteriotipados y excesivamente pedagógicos. Narración cansina con una imaginación desmesurada sí, pero el tono es tosco, adolece de la tensión acumulada imprescindible y no corren por estas líneas aquel soplo literario que aplaudimos a rabiar con Abril rojo.