Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) es un rara avis de la literatura, un todoterreno de las letras que nació en Argentina, que ha vivido en Italia, Inglaterra, Tahití y Canadá, que actualmente reside en Francia y que ha escrito ensayo, critica literaria y novela. Autor de dos libros legendarios (Historia de la lectura y Guía de lugares imaginarios) este editor y traductor nos entregó en 2006 la novela El amante extremadamente puntilloso y este año su espléndido La biblioteca de noche.
Ahora vuelve por sus fueros al presentarnos una ficción que juega a ser cuento largo en una novela corta, y sin tiempo a pestañear. El regreso es un divertimento grave cuya resolución no se resuelve hasta el último suspiro. Se nos cuenta la historia de Néstor Fabris que regresa a “aquella otra ciudad que había sido suya durante toda su infancia” para asistir a la boda de su ahijado. Pero Manguel parece decirnos que el que vuelve no es inocente y el encuentro entre Fabris y su ciudad estará plagado de desencuentros. Leeremos y confundiremos su regreso con el viaje interminable a Itaca y cual Odiseo moderno deambulará confundido entre sus amistados –que no lo son- y su ciudad fantasma -que ni le acoge ni le comprende.
Manguel gusta de convertir su escritura en un juego de suposiciones y enigmas que le acercan tímidamente a lo policiaco, pero que en realidad es la convicción de que todo se sostiene desde el complicado juego de la elisión: todo queda dicho pero nada se dice. Narrarlo todo es imposible e inútil. El regreso es una pieza perfecta en este sentido: la imposibilidad de narrar lo que sucede abre la ficción a interpretaciones infinitas que permiten leer este pequeño texto como si de una parábola enorme se tratara. Notamos que la magia de Manguel podría sostener una ficción más voluminosa, pero sabemos que esta perla ha de ser así: pequeña y vertida muy despacio.