Cuando Juan José Saer (Santa Fe, 1937-París, 2005) murió una horda de lectores se abalanzó sobre sus obras para descubrir que habían dejado de leer a uno de los maestros de la literatura argentina de la segunda mitad del XX. Pero los buenos propósitos duran poco y para sostener la lectura de una obra de Saer no se puede tener prisa: esa es la primera ley cuando se entra en el territorio Saer, autor de culto y ajeno a modas literarias.
En La grande (que ya había sido publicada por Seix Barral en 2006) aparecen las tres marcas que definen su literatura: el tiempo transcurre muy lentamente, la historia debe ser mínima y hay que darlo todo para que nada se asemeje a una imagen. Es decir: memoria (“¿cuánto duran, fuera de los relojes, los acontecimientos?”), conocimiento (“una especie de continuidad o, mejor, de unidad, parecía sintetizar su vida, reuniendo en una sola las experiencia inconexas, a la vez incontables y fragmentarias y en su mayor parte ya olvidadas, que había ido viviendo.”), y lenguaje (“El cansancio anticipado de los regresos lo invade de repente: su patria es el lugar a la vez extraño y familiar, inmediato y remoto, en el que los vivos cargan en sus hombros a los muertos”). La indagación gira en torno al fraseo interminable, obsesivo y repetitivo de una conversación infinita de unos amigos de Gutiérrez que vuelve a Rosario tras años de ausencia. Todo transcurre en una semana con personajes como Tomatis, Escalante o Pichón Pereyra que habían aparecido en otras novelas y cuentos.
La mejor palabra que puede explicar esta póstuma e inconclusa novela de Saer es dilatación: del narrador al que no le importa demorarse, del tiempo que transcurre como si nada hubiera pasado, como si nada pasase y como si nada fuera a pasar, de los personajes que no tienen prisa, de la historia que va y viene, que avanza y retrocede sin previo aviso y del lector que sabe que cada página que lee es una victoria contra el tiempo.
La lectura de La grande es una experiencia balsámica en estos tiempos tan expeditivos. La lectura de esta novela es un regalo para la inmensa minoría que no tiene prisa.