Como diría Firmin, la rata sabia de Sam Savage, ha vuelto “uno de los grandes”. Cuando se cumplen tres años y doscientos dieciséis días desde que el mago de la palabra habanera nos dejó ve la luz un libro que ya no es de este mundo. Después de Tres tristes tigres (1967) y La Habana para un infante difunto (1979) Guillermo Cabrera Infante (Gibara, Cuba, 1929-Londres, 2005) cierra una trilogía sobre La Habana con La ninfa inconstante, uno de los libros más esperados de los últimos años y que se publica póstumamente. Se trata de un friso narrativo que, ordenado cronológicamente, daría como resultado La Habana…, La ninfa… y Tres tristes tigres. Miriam Gómez, su viuda, abre la caja de Pandora y anuncia otros inéditos que ampliarían este ciclo habanero (¿ha escrito Cabrera Infante sobre otra cosa que no sea La Habana?) como Cuerpos divinos y Mapa hecho por un espía. Tras la electrizante lectura de La ninfa inconstante estamos desde hoy ya a la espera de esos otros textos suyos que integrarán unas obras completas que Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores anuncia para los próximos años.
Cabrera Infante había declarado que La ninfa inconstante –título que oculta un guiño a la película The Constant Nimph (1943) de Edmund Goulding- había “de tener la intensidad de un bolero. O de un sueño escrito.” Y lo cierto es que este texto es un libro hecho de músicas y es también un texto cifrado por la potencia de lo onírico. No por azar el narrador que cuenta la dilatada fuerza de un recuerdo en forma de mujer –Estela, la única y verdadera protagonista del libro- puede decir sin miedo a palidecer: “Si yo pudiera escribir boleros, no me importaría no escribir libros.” Cálido, inspirado y divertidísimo, Cabrera Infante ha querido que su recuerdo de esta ninfa nos haga bailar al son de un bolero. Este estímulo es decisivo: las palabras se acoplan por el impulso musical, fonético y frenético y por el recuerdo de una imagen inmortal desde La Habana al atardecer. Es por eso que el narrador es “contrario al olvido.”
Situada en 1957 La ninfa inconstante narra la historia de una seducción, la de Estela, señora de rojo sobre fondo gris, en la ciudad: “En La Habana siempre se volvía a empezar. La Habana parece –aparece- indestructible en el recuerdo: eso la hace inmortal.” La novela contiene toda la galaxia de Cabrera Infante desparramada con un soberbio encanto: choteo, música, palabras que se asocian a través de juegos –y equívocos- fonéticos y loca erudición. La novela resulta ser un diccionario exaltante, erótico y permanentemente irónico transformado en un manual sobre cómo debe escribirse en el siglo XXI. Libro delirante, pero tristemente melancólico: “Como soy yo el que escribe estas páginas (y obviamente no ella) es que trato de recobrarla. No sólo en la memoria (no he dejado de recordarla nunca) sino en mis memorias. Ella es un cuerpo divino pero también un fantasma que ronda mis recuerdos.”
Si se quiere entender esta novela como la quintaesencia de todo lo que ha escrito Cabrera Infante el lector tendrá los mejores argumentos para ello. Pero, al mismo tiempo, puede leerse La ninfa inconstante como la fragua desde la que iniciar la lectura de toda la obra de este gigante de la literatura contemporánea. Aprendida la lección cervantina del Quijote Cabrera Infante despliega aquí una libérrima reescritura en clave paródica de la tradición literaria (pastiche y mezcla de lo grotesco popular a lo Rabelais y de una endemoniada erudición libresca a lo Joyce, sin que el lector casi ni lo perciba), una más que notable improvisación que da lugar a decididas reiteraciones en torno a la memoria y el olvido, que se erigen en las dos claves del libro, una constante búsqueda agónica por la cita y el guiño libresco, una endiablada encrucijada de géneros y estilos y continuas referencias al propio narrador de la historia que se está leyendo (“…quiero hacer vivir a la diosa por un amor que dura más allá de la muerte. ¿Literatura? Es posible. Es también lo único que sé hacer para tratar de rescatarla de entre los muertos.”). En suma: un vademécum para diletantes de literatura en estado puro.
Quedará para el recuerdo el impagable Prólogo que abre el libro y que en apenas dos apretadas páginas destila más sabiduría sobre lo que es y no es la ficción que cientos de sesudos artículos profesorales sobre teorías narratológicas al uso.
Nótese bien: La ninfa… es una novela que les hará desternillarse, pero les quedará en el recuerdo como una de las historias más tristes que jamás hayan leído.