En el armazón literario de Carlos Fuentes Adán en Edén cumple la cuarta estación de ‘El tiempo político’, doceava parte de la obra narrativa de Fuentes que él mismo bautizó como ‘La edad del tiempo’. Es esta una novela pertechada de inequívocos argumentos políticos escenificados en un ‘un país enamorado del fracaso’, al borde del delirio y de ‘cadáveres por venir’. No espere el lector la complejidad técnica del Fuentes de Cambio de piel (1967) con narradores mudando de identidad y monólogos fragmentarios que alcancen la fiesta de una escritura de voces y tiempos desperdigados. Sin embargo, Adán en Edén cumple a perfección el cometido que se ha propuesto y, en manos de un mago de la escritura como Fuentes, se erige en un texto sorprendente y capaz de proporcionar lecturas varias.
El argumento es lineal y accesible. Adán Gorozpe, poderoso económicamente, tendrá que enfrentarse a Adán Góngora, poderoso políticamente y esbirro silencioso de un ‘oficio de tinieblas’: es la voz autorizada e inquebrantable que ‘encuentra culpables donde sólo hay víctimas’. Dos mujeres completan el reparto de papeles en torno a Gorozpe: Priscila, su mujer y Ele, su amante. El triángulo emocional se quiebra cuando Góngora quiere ser el galán de Priscila. En un país donde el agua se tiñe de sangre y ‘donde todo se derrumba’ los acontecimientos se precipitarán.
Enfrentándose a los fantasmas más perentorios de un México más actual que nunca, Fuentes ha escrito una novela consagrada a desgranar las enfermedades que asolan a un país ‘religioso, conservador, y violento, muy macho…”, una novela que arremete contra la fuerza autodestructiva que devora México, una novela, al fin, que es la búsqueda agónica de la identidad mexicana y el destino de un pueblo ruinoso económicamente, moralmente degradado y saciado de esperanzas perdidas.