Cuando Mario Vargas Llosa llega en 1970 con 34 años a la ciudad condal de su pluma ya habían salido tres novelas monumentales –La ciudad y los perros (1963), La Casa Verde (1965) y Conversación en La Catedral (1969)- que le proyectaban como un escritor con una voz singular, torrencial y virtuoso en la técnica.
Tras su paso por París y Londres Vargas Llosa llega a una ciudad especialmente querida por él. Porque es Barcelona la ciudad que le entregó a manos llenas las credenciales para presentarse al mundo como lo que era y lo que siempre había querido ser: un escritor. Es aquí donde vivían Carlos Barral, su editor, y Carmen Balcells, su agente. Es aquí donde vive García Márquez, a dos pasos de la casa que encuentra Vargas Llosa en la calle Osio, en Sarriá, para instalarse con su familia. Es aquí donde Vargas Llosa se encierra espartanamente para corregir un trabajo académico (que no era sino el resultado de la beca “Javier Prado” que había ganado en 1958 para realizar estudios de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid) que titulará García Márquez. Historia de un deicidio. Es aquí donde el novelista peruano lucha cuerpo a cuerpo en la redacción de una nueva novela: Pantaleón y las visitadoras. Y es aquí donde recibe la llamada de Christian Ferry, director de la Paramount en París, para comunicarle que el cineasta Ruy Guerra estaba buscando un guionista y que había pensado en él. Cineasta y escritor trabajaron juntos en una historia que estaba situada en la rebelión de Canudos. Como el novelista no sabía nada del asunto Ruy Guerra le envió informaciones. Lo primero que leyó, aquí en Barcelona, fue Os Sertões de Euclides da Cunha. El trabajo no dio como fruto una película, pero en Vargas Llosa quedó el deseo, que él llamaría ‘demonio’, de convertir aquel episodio de la historia en una novela: La guerra del fin del mundo.
Mientras Vargas Llosa da clases en la Universidad Autónoma de Bellaterra, corrige sus propios textos, lee ensayos como La inspiración y el estilo de Juan Benet, prologa El verdadero Barba Azul y La tragedia de Gilles de Rais de Georges Bataille, regresa una vez más a su querido Joanot Martorell del que ya se había ocupado en “Carta de Batalla por Tirant lo Blanc” y se sumerge en las cartas de Flaubert (que dará como resultado La orgía perpetua), no olvida su compromiso con la realidad: el caso Padilla, el encierro de Montserrat y la muerte de Puig Antich fueron momentos decisivos para posicionarse crítica y dialécticamente con el mundo.
Fue en este años donde el mito del escritor se hizo fuerte y donde nació ‘la catalana’ hija (Jimena Wanda Morgana) del que con los años sería flamante Premio Nobel de Literatura 2010.
En julio de 1974 y en casa de Carmen Balcells Barcelona despedía a un escritor que se había ausentado durante 16 años de Perú. García Márquez, Jorge Edwards, José Donoso, Ricardo Muñoz Suay y él posaban para la posteridad en una fotografía que daba cuenta de uno de los episodios literarios y editoriales más extraordinarios de la literatura del siglo XX. Lo habían llamado ‘el boom’ y él era uno de sus más ilustres representantes.