«El cuerpo del amor se vuelve transparente, usado como fuera por las manos. Tiene capas de tiempo y húmedos, demorados depósitos de luz. Su espejo es la memoria donde ardía. Venir a ti, cuerpo, mi cuerpo, donde mi cuerpo está dormido en todas tus salivas. En esta noche, cuerpo, iluminada hacia el centro de ti, no busca el alba, no amanece el canto»
José Ángel Valente, «No amanece el cantor», Obra Completa I, Poesía y prosa, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2006, pág., 491.