Mayra Montero nació en La Habana en 1952, aunque actualmente vive en Puerto Rico, dedicada a la escritura. El lector español no queda indiferente a la escucha de su nombre. En 1991, con la que fue su segunda novela, La última noche que pasé contigo, quedó finalista del Premio La Sonrisa Vertical, premio que obtuvo en el año 2000 con Púrpura profundo. Tres obras más, todas publicadas por Tusquets, dan cuenta de esta escritora cubana: Del rojo de su sombra, Tú la oscuridad y Como un mensajero tuyo.
Ahora Montero, aquella audaz escritora capaz de recordarnos que sólo es imprescindible en literatura aquello que se sugiere, nos cuenta en El Capitán de los dormidos una trágica historia presidida por el infausto peso de los recuerdos y el remordimiento que la muerte proporciona a todos los personajes de la novela. El título es ya, sin duda, un acierto que merece destacarse: “El Capitán de los Dormidos” resulta ser uno de los principales protagonista de esta historia, ni siquiera en el mote que le da nombre, la muerte se debe pronunciar. Su trabajo diario consiste en transportar mercancías en su avioneta, pero también a hombres y mujeres “dormidos” por el paso del tiempo.
Este texto narra un encuentro, tras muchos años de ausencia, entre Andrés Yasín y John Timothy Bunker, “El Capitán de los Dormidos”. Ambos fueron testigos de una misma historia en el mes de octubre de 1950, pero que fue vivida bajo un prima muy distinto. En un clima prerrevolucionario en el que el padre de Andrés, dueño de un pequeño hotel en la playa, “un tipo sin retorno, un bruto que ni sueños tiene y que tan solo ambiciona ese descanso sin imágenes y sin dolor”, participa, el pequeño Andrés verá una imagen dramática en el lecho de muerte de su madre, Estela, por la que Bunker sentía un amor no correspondido. En torno a Estela gira la vida de su marido, de su hijo (“Éramos como tres extraños que atravesábamos una noche interior, más insumisa y negra que la que nos rodeaba”), pero también la de Bunker. En un clima a caballo entre Pedro Páramo y Bajo el volcán, esta novela de Montero destaca no por la historia, seductora y bien trabada, sino por los distintos aciertos que la estructura evidencia. Es destacable cómo Montero resuelve la reconstrucción de la historia hacia el pasado: la narración intercala distintos puntos de vista entre los dos narradores, el hijo y Bunker, proporcionando al lector un doble prisma narrativo para contemplar un sola historia. La objetividad, la deseada verosimilitud, se consigue atrapar por el contraste que una y otra voz proporcionan. Es también un acierto cómo se consigue, justamente a través de esa íntima trabazón y contraste de los narradores, engarzar los acontecimientos sin que la tensión decaiga un solo momento.
Montero ha sabido reconstruir una historia fracturada por el paso del tiempo donde todos los personajes logran contagiarse por “el Capitán de los Dormidos” que, “en un punto extraviado de la madrugada, suelen cruzar su vuelo con el de los muertos.”