El joven escritor cubano Antonio José Ponte (Matanzas, Cuba, 1964) es, aunque desconocido aquí en España, un autor prolífico. Ha cultivado la poesía, la novela, el relato corto y el ensayo. La Editorial Verbum publicó en 2001 el único libro del que tenemos noticias aquí, libro con el que consiguió en 1995 el Premio Nacional de la Crítica en Cuba: Una seguidor de Montaigne mira La Habana. Y añadió a ese texto Las comidas profundas. Ambos textos forman un ensayo inclasificable en el que caben la autobiografía, la narrativa, la poesía y que entronca, según me parece, con la tradición moderna cubana y, especialmente con los Tratados en La Habana de José Lezama Lima y con De la pequeñas cosas de Antón Arrufat. Ponte es autor también de un volumen que recoge toda su poesía, Asiento en las ruinas (Editorial Letras Cubanas, 1997) y de dos libros de cuentos, In the cold of the Malecón & other stories (City Lights Books, 2000) y Cuentos de todas partes del Imperio (Éditions Deleatur, 2000).
Nos llega ahora este Contrabando de sombras, texto con un argumento que avanza en espiral y cuyo movimiento envolvente causa en el lector un extraño pero sugerente efecto hipnótico. No podía ser de otra manera, puesto que la temática argumental necesita de ese efecto envolvente. El libro relata las peripecias de Vladimir, empeñado en frecuentar el cementerio por un doble motivo: por un lado, pretende apresar el pasado y reconocer así las sombras que parecen atormentarle (la muerte de Renán, un amigo); por otro, debe acompañar a un fotógrafo extranjero por ese lugar inhóspito: “El cementerio no es el lugar más imposible… Un cementerio es el final del mundo, pero el mundo todavía. No empieza nada en él, no comunica con ningún otro sitio. Permanece tan cerrado como un embajada adonde puedes entrar sin haber alcanzado la frontera.” En Vladimir quedará siempre el temor de la culpa por la muerte de Renán y ello provocará en él el insaciable empeño de acercarse a su compañero sea como fuere. Todos los personajes, de una u otra manera, están dibujados en relación al cementerio, lo que constituye un acierto. En todos ellos late la misma pregunta: “¿Todos estamos más o menos muertos, y son hermosas las más o menos muertes que llevamos?”.
Ponte ha escrito una novela inteligente, que niega lo inesperado, escrita sin precipitación y en la que todos los elementos narrativos, incluso la propia escritura, sirven a una misma causa, el dibujo exacto de la frontera que media entre la vida y la muerte: “El lugar más imposible no era aquel que unía a un vivo y al espíritu de un muerto, sino uno donde hubieran coincidido ambos en igualdad de condiciones, el pasado.”
Contrabando de sombras intenta atajar al mismo tiempo una sola plenitud: el presente y el pasado, la lógica y la locura narradas como una experiencia simultánea.