“Escribo porque con las palabras alucino, porque así atravieso otros umbrales, porque es un oficio quieto, porque es un oficio minucioso, porque disfruto corrigiendo, buscando palabras, efectos entre palabras, resultados rítmicos, escribo porque adoro el silencio, porque me gusta estar solo, porque me salgo del tiempo, porque inventando historias me desdoblo de un modo fascinante que no sé explicar, escribo para manchar con tinta el dedo del corazón”. Así relataba Darío Jaramillo Agudelo (Antioquia, Colombia, 1947), conocido entre nosotros, sobre todo, por su trabajo poético, el quehacer literario en Historia de una pasión (Pre-Textos, 2006), su autobiografía literaria. Jaramillo entrega ahora una voluminosa novela que parece la extensión narrativa de esta declaración.
La voz interior es dos libros en uno. Es la voz del narrador, Bernabé Escobar, contándonos la vida y milagros de su amigo Sebastián Uribe Riley. Amigo de juventud, se le encarga leer y decidir si las 24000 páginas que se han encontrado a la muerte de Sebastián son dignas de ser publicadas. Y es también la propia voz de Sebastián en una selección de sus escritos. Entre ellos encontramos los poemas de su libro Liturgia de los bosques, los aforismos de su otro yo inventando, Walter Steriggel -agrupados en Visiones de un espejo-, una serie de hagiografías apócrifas, los ‘Comienzos y argumentos para futuras novelas’ y, finalmente, un pequeño tratado de teología delirante titulado Los motivos de Dios. Con ello asistimos a las huellas vitales de un escritor secreto gracias a voces entrecruzadas: la voz de su albacea literario Bernabé, las voces de aquellos que conocieron a Sebastián (y que confirman o desmienten lo que aquel va descubriendo de su antiguo compañero de universidad y amigo) y la voz intimista de Sebastián en todos esos textos de diversa índole.
A medida que leemos penetramos en la conciencia de un escritor que llevó su escasa vida pública a las interminables páginas de un diario, que era un libro de poemas, que eran “ensayos cortos” y “comienzos y argumentos para futuras novelas”. Si quiere el lector leer este libro como una novela que contiene un enorme poema en prosa que nunca abandona el tono del ensayo tendrá aquí los más inequívocos argumentos.
Tal vez el principal valor de este libro resida en querer compartir la intimidad de la escritura con el lector. En un juego especular leemos un libro sobre la vida de un escritor cuya obra leemos en la segunda parte. Pero no hay guiños elitistas a la tradición cultural y juego con la literatura, como si fuera esta la panacea de la metaficción, aquella que dificulta la vida del lector, sino el fingimiento natural del escritor que se sabe doble. La vida, parece decirnos Sebastián, nunca viene sola y lo natural es vivirla como si fuéramos muchos. Con un argumento sin equívocos y una cuidada prosa que nunca pierde el aliento poético, Jaramillo ha escrito un libro importante que pide a gritos una relectura sosegada.