Carlos Fuentes (Panamá, 1928) asentó su carrera con obras como La región más transparente o La muerte de Artemio Cruz. Pero en el principio fue el cuento. Fuentes estará ligado para siempre a cuentos inolvidables como “Vieja moralidad”, “Un alma pura”, “La sierva del padre” o “La línea de la vida” agrupados ahora como Cuentos naturales. A ellos hay que sumar los Cuentos sobrenaturales, publicados originalmente en Los días enmascarados y Cantar de ciegos: el impresionante “Chac Mool”, el críptico “Tlactocatzine, del jardín de Flandes”, la poesía hecha cuento en “Letanía de la orquídea” o el que seguramente es uno de los relatos más perfectos de la literatura del siglo XX y que tanto debe a Quevedo y al Luis Buñuel de El ángel exterminador: “Aura”. Es en estos Cuentos sobrenaturales donde aparecen tres novedades literarias: “Pantera en jazz”, “El robot sacramentado” y “Un fantasma tropical”.
Leer a Fuentes es un ejercicio intelectual vivificante. Entre sus cuentos hay algunos que se quedan indelebles en la memoria del lector. Porque domina como pocos una compleja arquitectura de la poética del cuento, una tensión forzosa, pero imprescindible y un trabado simbolismo que, aunque no facilita la lectura, permite que el lector se asome a una escritura que busca narrar lo (im)posible –y lo consigue. Porque habla siempre de lo mismo de manera distinta: los naturales pivotan sobre el problema de la identidad personal y colectiva (léase moral), los sobrenaturales sobre la magia de la cotidianidad que todo lo cambia. Pero si la decisión editorial pasaba por publicar el majestuoso Aura era obligado publicarlo con Cumpleaños porque “Cumpleaños da su razón de ser a Aura: en Aura hallamos, a su vez, la clave de Cumpleaños; piezas simétricas que se ajustan, obsesiones e imágenes recurrentes, rico diálogo intertextual”, Juan Goytisolo dixit.
Tres valiosos cuentos inéditos anclados en una poética de la sorpresa y rotundos como un golpe en la sien no justificaban dos libros que no son nuevos, aunque confirmemos que Fuentes vino al mundo para desvelar nuestros automatismos.