Evelio Rosero (Bogotá, 1958) se ha propuesto en esta novela desmitificar la figura de Simón Bolívar, el Libertador de Colombia, Ecuador y Venezuela, y padre de todas las Américas. Y lo puede hacer porque si, como quería Goya, “el sueño de la razón produce monstruos”, aquí el sueño de una ficcción lo más poderosa posible ilumina los caminos más intocables de la historia oficial. Las luces de la ficción son las que pueden decir alto y claro aquello que la historia puede tergiversar.
He aquí el tuétano de la intención artística de esta novela: “Es la memoria de la verdad, que pugna por imponerse tarde o temprano. Corrigiendo el error histórico, denunciándolo, se corrige la ausencia de memoria, una de las principales causas de este presente social y político fundado en mentiras y asesinatos.” La Gran Mentira de Bolívar o el mal llamado Libertador es el título del libro que quiere escribir el doctor Justo Pastor Proceso para romper con la consabida mitificación del Libertador, que “era alguien que no era, que había hecho lo que no hizo” y que pasó “a la historia como el héroe que no fue.” Su pretensión es que durante el desfile de Carnaval una carroza con la imagen de Bolívar sea la prueba irrefutable de que la historia mintió. A su lado Arcaín Chivo, historiador, que contará en sus clases las mentiras repetidas, y los artesanos que recrearán en la carroza las escenas ‘verdaderas’ de la vida del Libertador.
Pero la novela es bastante más que la sola ruptura con la imagen del prócer de América, porque hay una historia de amor imposible e insospechado absolutamente descomunal con la mujer del doctor, Primavera, y porque, en la tercera parte, asoma otra historia, ahora de venganzas y de esbirros que quieren ajusticiar a todos los que se propongan romper con la imagen oficial de Bolívar. Léase, si se quiere, esta última parte como una imagen denodada de las luchas intestinas que todavía hoy asolan a buena parte de Latinoamérica.
Si García Márquez (El general en su laberinto) y, más recientemente, William Ospina (En busca de Bolívar) quisieron dibujar a un personaje con los huecos que la historia permite incluir, la intención de Rosero con La carroza de Bolívar es bien distinta, a saber, negar la mayor, contar una historia literaria que tiene como telón de fondo una verdad histórica e incontrovertible. Y a pesar de que los pasajes de las cartas de Bolívar y los fragmentos de los escritos de Carlos Marx incluídos en la segunda parte son, a ratos, algo tediosos, la ficción eleva el vuelo y alcanza, por momentos, cotas muy elevadas.
Una clara voluntad de estilo y el ensamblaje y alternancia de tiempos y escenas hacen de esta novela un texto emblemático que el lector sabrá degustar poco a poco.