La trilogía del dedo que Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, México, 1973) está escribiendo trata de deconstruir un México que no sólo es mágico o surrealista como algunos pretenden. Su literatura podría ser, si se quiere, la tercera vía, la de un país que sin ser el México mitológico de Fuentes o el delirante de Rulfo aúna ambos para edificar la parodia de uno y otro.
Si con la primera parte de la trilogía, Fiesta en la madriguera, Villalobos da la voz a un niño, hijo de un narcotraficante, encerrado en una mansión-madriguera para decir que el horror es cotidiano y que el estilo adecuado para contar esa violencia es un certero laconismo preñado de humor, con la segunda, Si viviéramos en un país normal, Villalobos hace crecer al protagonista y sitúa al lector ante un adolescente que forma parte de una familia en la que el padre, profesor de civismo, es “un profesional de los insultos” y la madre, una experta en cocinar quesadillas. La historia de esta familia es la historia de toda Grecia: Aristóteles, Arquíloco, Calímaco, Electra, Orestes, Cástor y Pólux. Así se llaman los hijos y Orestes, el niño Oreo, será la voz que cuente su propia historia, una tragicomedia con tintes de telenovela.
Orestes puede decir que así “era la vida, así era este pinche país especialista en desabrigar ilusiones” porque la infelicidad, la pobreza y la mentira fueron su infancia. Cuando los gemelos Cástor y Pólux desaparecen se inicia una camino de no retorno en el que los hijos abandonan a los padres para saber si su infelicidad fuera de Lagos de Moreno, en los Altos de Jalisco, es tan certera como la que han vivido en el pueblo. Si primero el escenario fue la madriguera -la casa- ahora es todo un pueblo.
Si les digo que los gemelos no huyeron en busca de una vida mejor, sino que fueron secuestrados por unos extraterrestres no me creerán, si añado que el regreso delos hijos coincide con una orgía de vacas lesbianas y toros histéricos y platillos volantes seguirán sin creerme, pero la realidad a la que parece apuntar este libro no es otra que a la de un país donde lo anormal se ha vuelto, literalmente, cotidiano. Villalobos, tocado por la gracia de lo dioses, ha venido para quedarse y con este libro vuelve a decir alto y claro que en México casi todo es posible.