35 muertos
Autor: Sergio Álvarez
Editorial: Alfaguara
Páginas: 512
¿Por dónde salir a respirar tras la lectura de estas 500 páginas de violencia en forma de corrido mexicano?¿Cómo hacer para mantener la compostura ante tanta desaparición, tortura y muerte?¿Por qué se nos escapa una mueca de risa tonta cuando leemos algunas de las aventuras y desventuras de este pícaro anónimo y el relato de los 35 años de violencia descarnada de la historia reciente de Colombia? Sergio Álvarez (Bogotá, 1965) ha escrito una novela alejada del realismo mágico. Si hay un modelo antes Manuel Puig que García Márquez, antes ‘la selva de lo concreto’ que pedía Carlos Monsiváis que la alta cultura que reclama Vargas Llosa.
Cada capítulo tiene como epígrafe una frase de alguna canción (“Me lleva él o me lo llevo yo, pa’que se acabe la vaina”, “Lo que pasa es que la banda está borracha, está borracha”, “Ay, que se va, que se va, que se va la vida, ay, que se va, que se va, que se va el amor…”) que sirve de emblema de lo que se va a contar. Y lo que se cuenta tiene mucho que ver con cómo se cuenta. Porque esos 35 años de violencia que aquí se narran están salpicados y aderezados con el son de lo vivido, la cotidiana realidad voraz que engarza un episodio con otro sin apenas descanso. La degradación de los personajes no es nunca moral, sino gozosamente asumida, casi como una elección. Lo sentimental cobra toda su fuerza para recorrer la historia de todos y cada uno de los personajes y, de paso, conectar con un público que ha vivido –y vive- esto (léase, la violencia) como lo habitual: “Con la desaparición de tanta gente, la vida se va llenando de agujeros, ya no hay a quién contarle nada, a quién hacerle una visita, ni siquiera a quién criticar, y al final uno no sólo tiene miedo, sino que ni siquiera sabe quién es.”
Como si fuera una telenovela 35 muertos avanza indefectiblemente como la historia de un pícaro que pierde al padre y a la madre y que va al mundo a cumplir un destino: conocerá el amor y el desamor, el sexo y la soledad, sabrá porqué no se puede fiar uno de las apariencias, callejeará fumando y mendigando por un amor imposible y, al fin, convertido en lo que es, tendrá noticia de que la vida es traición, mentira y engaño: “La vida tenía un orden y para cambiarlo había que destruir los sueños de todos.”