La escritura ficcional de El baile y el incendio, novela con la que Daniel Saldaña (Ciudad de México, 1984) ha sido finalista del Premio Herralde de Novela, guarda alguna conexión con Aviones sobrevolando un monstruo, retrato autobiográfico y personalísimo descenso a los infiernos al que se sometió el autor de El nervio principal. Si aquel libro buceaba en los avatares destructivos de la vida despojada de un joven en busca de su propia escritura deambulando por ciudades como La Habana, Madrid, Montreal, D.F. o Cuernavaca, éste amplía el escenario referido a la ciudad en la que sucumbió el cónsul Geoffrey Firmin.
En Cuernavaca es donde Saldaña ha querido escenificar los encuentros y desencuentros de Natalia, Erre y Conejo, tres amigos en busca de una triple intimidad difícil de sostener. Dueño de un estilo ágil, certero y natural, Saldaña baila literalmente con sus personajes e incendia el texto al romper su estructura para construir una ficción que en cada una de sus tres secuencias cuenta cómo viven esa relación cada uno de ellos.. Es el tiempo lo que está en juego, un tiempo que “se extiende hacia el pasado como una vereda que se interna en un cerro benefactor y húmedo, veteado de arroyuelos y cuevas sin fondo.”
El ritmo creciente marca la búsqueda de ese tiempo perdido que ya no puede regresar como no se pueden saldar las cuentas pendientes entre los tres amigos. Pero el lector habrá asistido a la intensidad de una época iniciática marcada por las desilusiones.
Publicado en El Periódico el 5 de enero de 2022.