Desde estas mismas páginas celebramos, en su momento, la llegada de Ricardo Piglia (Adrogué, Buenos Aires, 1940) en todas sus facetas: sus novelas (Plata quemada y Respiración artificial, Anagrama), sus cuentos (Prisión perpetua, Lengua de Trapo) y su faceta de crítico (Formas breves, Anagrama, galardonado con el I Premio Bartolomé March a la Crítica). Ahora nos las habemos con una serie de relatos bajo el título de Nombre falso (siempre los libros de Piglia llevan la inscripción de dos palabras exactas).
En este volumen aparece la galaxia Piglia, todas sus obsesiones y esa escritura de sus relatos que siempre parece estar in progress: nada acaba, ningún argumento es cerrado porque los relatos avanzan desparramados en digresiones. Entre estas ruinas, la historia se construye gracias a las notas de un cuaderno o a testimonios, siempre en conflicto con la verdad, que el narrador manipula hasta el infinito. “La realidad, es sabido, tiene una lógica esquiva, una lógica que parece, a ratos, imposible de narrar” Toda la obra del autor de Respiración artificial se sitúa en la grieta que sostiene la posibilidad o la imposibilidad de narrar no lo que es falso, sino lo que se asemeja a la verdad.
La línea argumental de estos relatos queda suspendida y en esa pérdida de la trama surge, vencedor, el narrador-lector pigliano: “El tipo que no puede escribir si no copia, si no falsifica, si no roba: ahí tiene un retrato del escritor argentino. ¿A usted le parece mal? Y sin embargo no está mal, está muy bien: se escribe desde donde se puede leer.” Ese escritor deviene lector y el lector es también culpable. De Kafka vienen muchos de los argumentos, situaciones y personajes de Nombre falso. Es kafkiana esa joya que da título al libro, un relato-homenaje a Roberto Arlt y una crónica de ese escritor frustrado que tanto y también ha leído Piglia, pero que es también (siempre hay una segunda historia, un relato oculto) un artículo crítico y policial en torno a un texto de Arlt, confirmando lo que Piglia había escrito ya en Formas breves: “La crítica que escribe un escritor es el espejo secreto de su obra.”
Cinco cuentos más pueblan este Nombre falso. Tres de ellos, “Las actas del juicio” (nuevamente Kafka o los esfuerzos por diluir el peso de la culpa), “Mata hari 55” y “El Laucha Benítez cantaba boleros”, andan ocupados en trabajar “lo real como si fuera una red incierta de versiones y de testigos múltiples”, declaración que hace el mismo Piglia en una “Nota preliminar” portentosa. “El precio del amor” y “La caja de vidrio” son dos relatos que investigan otra de las tendencias más sobresalientes de Piglia: la búsqueda incesante y obsesiva de la identidad no sólo de los personajes, sino también del narrador que cuenta la historia.