Antonio Di Benedetto (Mendoza, Argentina, 1922) es una rara avis en el panorama de la literatura argentina del siglo XX. Arrestado el 24 de marzo de 1976, la misma noche del golpe militar, estuvo preso durante un año sin ninguna explicación y sin que proceso alguno verificara su culpa. Sobrevivió a la dictadura militar pero los recuerdos de las torturas sufridas le convirtieron, como afirma José Miguel Oviedo, “en un fantasma incapaz de escribir y de soportar la existencia.” Exiliado en España regresó a su país para morir.
Para muchos Di Benedetto es el tapado de la literatura argentina del XX. Autor de culto, sus lectores forman una caterva insobornable que venera la trilogía formada por Zama (1956), El silenciero (1964) y Los suicidas (1969). Pero antes de que esta trilogía le convirtiera en un escritor perfecto -pero secreto- Di Benedetto escribió El pentágono (novela en forma de cuentos) en 1955, libro que ediciones Orión reeditará con el título de Annabella en 1974.
Si la literatura es un lugar en el que uno encuentra placer estético he aquí un autor y un libro que proporcionan dolor estético. Una prosa hiriente y lacónica es la herencia que dejó Di Benedetto a las generaciones futuras. Es este un libro armado con la soledad más desdeñosa, donde unos personajes, cinco (de ahí el pentágono) vierten su angustia con una exactitud lingüística sin parangón y una premisa imprescindible: “hacer la belleza de lo doloroso y lo repugnante.” Imposible no pensar en El pentágono como una ficción de estilo depurado, absolutamente cerrada y obsesiva. Un libro marca de la casa donde la extrañeza que los personajes destilan unos con otros es lo cotidiano en un mundo casi asfixiante. Es este un texto sobre la búsqueda inútil del amor, léase, de la propia soledad. Conseguir desarmar al lector y que no quede indefenso está a la altura de unos pocos. Di Benedetto seguirá silenciado pero sus lectores ya no podemos callar más. Urgente.