Algunas obras literarias se despliegan como un recuerdo encarnizado de dolor, de silencio y de muerte. Quien disfrute con la literatura de Juan Rulfo o Fernando Vallejo leerá con agrado este texto de Guillermo Rosales (La Habana, 1946-Miami,1993). Como Kafka, Rosales luchó hasta la saciedad por destruir buena parte de lo que escribía: sólo nos ha quedado El juego de la viola, La casa de los náufragos y el libro inédito El alambique mágico. Boarding home (La casa de los náufragos) es la única referencia que tenemos de Rosales hasta el momento. Narra un espeluznante testimonio que tiene mucho de autobiográfico y que rememora el infierno por el que pasa William Figueras en un refugio de indigentes. Instalado en la locura y atormentado por la soledad y el olvido Guillermo Rosales se quitó la vida el 6 de julio de 1993. Padeció la esquizofrenia como la padece Figueras y conoció en propia carne la condena de ser internado en varios psiquiátricos. La casa de los náufragos cuenta en cien páginas un apocalíptico episodio de su propia vida, un viaje a ninguna parte.
La lectura de esta novela es un ejercicio necesario, aunque halla que afrontar por ello fragmentos en los que William Figueras describe descarnadamente episodios humillantes: inmundicia, hedor y abusos físicos. Los locos que habitan ese hogar para indigentes parecen no poseer otra cosa que dolor, dolor y dolor. En esta novela la utopía es un sueño y la pesadilla, la inmediatez que no permite a los seres que ocupan este boarding home abandonarlo.
La exploración que Rosales llevó a cabo con esta ficción ilumina la grieta que separa la locura de la sensatez, y aun la conciencia de unos personajes ocupados en deambular erráticamente. Pero el secreto de este libro, aquello que hace recomendable su lectura reside en un severo control de la frase, y es allí donde la sobriedad asoma insidiosamente atrapando al lector en un universo asfixiante. Este libro funciona porque se sustenta en un sólido rigor estilístico: un clásico narrador en primera persona parco, lacónico dispuesto para dar voz a quienes no la tienen.