Cuando en este 2008 se cumplen cincuenta años del primer Premio Biblioteca Breve este año ha recaído en El infinito en la palma de la mano de Gioconda Belli (Nicaragua, 1948). La autora tiene una reconocida trayectoria como poeta erótica y revolucionaria con libros como Línea de fuego (Premio Casa de las Américas, 1978), De la costilla de Eva (1986) o Mi íntima multitud (Premio Internacional Generación del 27, en 2003). Pero el éxito internacional lo obtuvo con una novela, La mujer habitada (1988), que fue traducida a varias lenguas.
El infinito en la palma de la mano es una recreación literaria del mito de Adán y Eva que, según la autora, fue alimentado por la lectura que hizo de libros apócrifos fantásticos y rechazados y que le permitieron, según confiesa en una nota inicial, dar rienda suelta a su imaginación “para evocar en esta novela los entretelones insospechados de este antiguo drama, el paisaje surrealista del Paraíso y la vida de esta inocente, valiente y conmovedora pareja.” Resulta evidente que Belli domina el registro poético y es palpable que su estilo es torrencial, diluviano. En cada palabra más de un sentido, en cada frase un mundo paralelo. Pero su domino de la lengua le ha jugado una mala pasada porque un novela es algo distinto y ya la prosa lírica (si tal cosa existiese) no es suficiente ni necesaria para mantener el pulso con una novela que explica una historia conocida. Los cuarenta versículos que el mito de Adán y Eva ocupan en el Génesis explican suficiente y si se quería ampliar el círculo y contar lo no ocurrido el tono no ha sido el mejor. Porque el lector de esta novela apenas descubrirá nada nuevo que ya no sepa. El recorrido sobre la historia que Belli cuenta es predecible y eso dificulta la lectura porque ya sólo queda la exquisitez del adjetivo y ahora ya no es motivo suficiente para que el lector alcance el placer del texto. Obtendrá, eso sí, la recompensa efímera por la frase feliz, a ratos contundente, en ocasiones compleja en su sencillez, pero lo que resultaría notable en un poema se convierte en cansino en un texto narrativo.
En el terreno moral que la novela traza el resultado tampoco es nada halagüeño. No se comprende cómo la fuerte voluntad estética que Belli ha diseñado no ha venido acompañada en una temática como esta de una hondura psicológica de los personajes, de un pensamiento fuerte en relación al Bien y al Mal y de la traslación que podemos hacer a nuestra contemporaneidad. A estas alturas echar la culpa a la serpiente o a Eva parece cuanto menos trivial y los diálogos poca más añaden. Como lectura relajada vale, pero como ampliación del círculo hermenéutico de nuestro mito fundacional resulta baladí.
La novela es, de este modo, un cuenco perfecto, pero vacío: hueco. Y sólo queda en la memoria del lector el recuerdo de haber pasado un rato agradable como quien escucha una conversación que olvidará o una música que podría haber sido esa u otra cualquiera. Para este viaje no hacían falta alforjas.