La pregunta que César Aira (Coronel Pringues, Argentina, 1949) intenta resolver en este libro es la interrogación estelar de toda su literatura y se formula como sigue: ¿cuál es el procedimiento sobre el que se sustenta y se repite la potencia primigenia del relato? ¿Cómo seguir contando la forma y las funciones que tiene la narración hoy día?
Con Un episodio en la vida del pintor viajero Aira repite el gesto narrativo que planteó en Ema, la cautiva o en la La liebre: el relato de viajes. Si en aquellos libros los indios representaban el límite entre dos mundos irreconciliables, ahora Aira formula el principio básico de su procedimiento narrativo que es el mismo que le ocupó al pintor naturalista y viajero Johan Moritz Rugendas al enfrentarse a los malones indígenas en la provincia de Mendoza: contar una historia -pintar los bocetos de un cuadro- sin interrupción como un efecto de progresión indefinida. Ir en busca del centro de la creación artística que es la capacidad febril por fabular. De ahí el ritmo frenético de invención y publicación en Aira. Repetir el rostro visible que la naturaleza le ofrecía a Rugendas –ser un pintor naturalista- funciona como metáfora de un juego con dos visiones imaginarias que traducen los lados del espejo que Alicia atravesó y que Aira trata de formular en esta novela: de más acá, el impulso inicial de la narración (“En tanto vieran sus ojos algo nuevo, su lengua tendría motivos para agitarse dando cuenta de la diferencia.”); de más allá, dibujar el trazo de lo invisible (“Rugendas había empezado a notar que cada trazo del dibujo no debía reproducir un trazo correspondiente de la realidad visible, en una equivalencia uno a uno.”)
El desdoblamiento se produce en Rugendas tras un episodio espectacular en el que un rayo le permite ver y percibir en propia carne el otro lado de las cosas: la potencia de lo onírico, la pintura como el “puente de los sueños” que engarza con los procedimientos surrealistas tan caros a Aira y que le permite fusionar distintos géneros. La modernidad en Aira consiste en experimentar: escribir un libro de viajes como si fuera una biografía, una biografía como un relato y un relato como una nouvelle. Su escritura deviene así pura ironía, la parodia sobre las formas literarias establecidas.
Con una prosa certera, plástica y autorreflexiva estamos como siempre ante un Aira desafiante a la tradición y vanguardista en su simplicidad. Un Aira que demuestra una capacidad innata de saber contar bien una historia. Pero sospechamos secretamente que este es el libro más personal y más literario porque es el que con mayor belleza ha contado hasta ahora el modus operandi de Aira: la fábula del milagro artístico, el mito de un procedimiento artístico –contar un relato- que valora por encima de todo el proceso más que el resultado.