“La descripción de una obra de arte, como la de un sueño, detiene y vuelve decrépito un relato. Una obra de arte sería contable si modificara la raya que va dibujando la Historia, y si una obra de arte, como un sueño, vale la pena ser recordada, es precisamente porque representa un sitio ciego para la historia. El arte y los sueños no nos acompañan porque tengan la capacidad de mover cosas, sino porque detienen el mundo: funcionan como un paréntesis, un dique, la salud.” Este extraordinario fragmento de la novela ganadora del Premio Herralde 2013 pertenece a Álvaro Enrigue (México, 1969) y da buena cuenta de lo que su obra pretende.
Muerte súbita es seguramente una texto literario que detiene el tiempo, lo secciona por donde mejor le parece al autor –finales del siglo XVI- cortando y agrietando esos sitios ciegos de la historia para imaginar un mundo que no entiende de géneros. Es posible que sea también un divertimento histórico sobre hechos contados muy libremente y un ensayo ficción sobre en qué cosa se puede convertir un artefacto tan moldeable como es la novela: “No es exactamente un partido de tenis. Tampoco es un libro sobre la lenta y misteriosa integración de América o lo que llamamos con desorientación <el mundo occidental> […] Tal vez sea un libro que se trata solamente de cómo podría contar este libro, tal vez todos los libros se traten sólo de eso. Un libro con variantes, como un juego de tenis.”
Si seguimos la estela que el autor nos propone esta novela no es sólo un libro que cuenta un partido de tenis entre Caravaggio y Quevedo, ni las historias cruzadas entre Hernán Cortés, Cuauhtémoc, Galileo, Pio IV, el duque de Osuna o Ana Bolena, ni una lectura ejemplar de la Utopía que pergeñó Tomás Moro. Muerte súbita cuenta las vidas cruzadas de estos y otros personajes de la Historia situándolos en su tiempo, pero leyéndolos desde el nuestro: “… vivimos en un mundo en el que el pasado y el presente son simultáneos porque las Historias se escriben para que creamos que A conduce a B y por tanto tiene sentido. Un mundo sin dioses es un mundo en la Historia, en las historias como esta que estoy contando: ofrecen el consuelo del orden.”
La decrepitud del relato provoca el sometimiento de lo que se cuenta en aras de un lenguaje y un género más maleable capaz de decirnos, como quería Cabrera Infante, que literatura es todo aquello que se lea como tal.
Ricardo Baixeras