La presentación en sociedad y en lengua española del escritor brasileño Daniel Galera viene de la mano de Barba empapada de sangre, novela con la que ha obtenido el prestigioso Premio Sao Paulo de Literatura al Mejor Libro del Año. En Brasil es considerado como una de las voces más prometedoras de la literatura escrita en portugués. Ganador, a su vez, del Premio Granta al mejor autor joven brasileño Galera compagina su tarea de escritor con la de traductor y editor en Livros do Mal, de la que fue fundador.
Barba empapada de sangre parece haber sido sesgada por el motivo principal que Juan Rufo quiso para su Pedro Páramo. Si aquí Juan Preciado vino a Comala por el encargo que le hizo a su madre para ajustar cuentas con su padre, en la novela de Galera es el padre el que le cuenta al hijo la extraña historia de su abuelo, Gaudério, ajusticiado vergonzosamente en el pueblo de Garopaba durante la festividad de un baile y en medio de la oscuridad: “Las personas van al encuentro de una muerte que la mayoría de las veces les es propia.” La historia se recrea eficazmente no solo en la búsqueda del abuelo asesinado en un pueblo misterioso, sino en la nueva vida que emprende el protagonista. A pesar de que padece una extraña enfermedad neurológica que le impide reconocer las facciones de los rostros que ve, incluso de sí mismo, será capaz de empezar de nuevo una vida acompañado de Beta, el perro que su padre, antes de suicidarse, le pedirá que sacrifique.
Galera ha sabido no solo mantener el enigma central de la historia (¿qué pasó con el abuelo asesinado por todo un pueblo?), sino también recrearse en las pequeñas vidas retratadas de un pueblo mirando al mar. Barba empapada de sangre es una novela extrañamente bella y, por momentos, hondamente insólita. Porque algunos pasajes resultan conmovedores para con los personajes, “una superposición caleidoscópica de rumores”, cuyas vidas nunca son juzgadas: ni el suicido del padre, ni la azarosa existencia de la madre, ni el camino que toma la novia del protagonista, ni la decisión que sostiene la intriga de la historia del abuelo. Y porque la piedad que el narrador toma hacia sus personajes es una mezcla eficaz de tristeza, nostalgia y melancolía que avanza inexorablemente hacia el final de la novela, cuyas últimas cien páginas son memorables.
El sobrio lirismo que en ocasiones asalta al lector (“El fondo es silencio. El agua es protectora y dilata el tiempo. Pero la superficie es el infierno. Esteras de espuma surgen de todos los lados cubriéndole la cabeza y el agua salada desciende por su garganta.”) no es baladí, sino el andamiaje de una escritura que arrastra al lector a un orbe poblado de ecos y tinieblas indefinibles que la traducción ha sabido mantener eficazmente.
A nadie le extrañará si esta novela es leída también como un canto al mar donde “no hay indicios de la ferocidad vislumbrada en la superficie.” Por momentos la novela se impregna del paisaje marítimo y de los lugares idílicos de un mundo perdido de recuerdos marchitados por el peso de la derrota que el lector vislumbra en todo momento, pero que no sabe cuándo alcanzará su cenit. “Dicen que habrá tedio y tristeza en la calma y que el frío y la soledad resucitarán todos los fantasmas estacionales conocidos y despertaran también algunos desconocidos, pero hablan de eso como si no tocara y hubiera un tiempo de sobra para prepararse.” Feliz lectura.