La materia del deseo, título afortunado, es una novela que narra un millón de desencuentros. Si en la Rayuela de Julio Cortázar el narrador se pregunta si encontraría a la Maga, la pregunta que sostiene todos los argumentos, intercalados, y las reflexiones políticas sobre Latinoamérica, que en ocasiones se hubiera preferido en mayor profundidad, es aquí la pregunta por el padre que derivará paulatinamente y como si de un fuego cruzado se tratase en una laberíntica historia de desamor.
El argumento es limpio: Pedro, afamado profesor y escritor de artículos en prestigiosas revistas de opinión, regresa a su Itaca particular tratando de olvidar un amor conflictivo y buscando datos sobre la figura de su padre, heroico guerrillero, asesinado por la dictadura boliviana: “Como un papel que arde lentamente en el fuego, la imagen de papá crepitaba en mí y se difuminaba. El dolor me quemaba el pecho.” Su padre es también autor de una novela, Berkeley, cuya lectura debería proporcionar datos a ese profesor que no busca, sino encontrarse a sí mismo en una imagen invertida del espejo. Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, Bolivia, 1967) nos entrega en esta quinta novela (Río Fugitivo y Sueños digitales sus otros dos títulos más sobresalientes) un texto sugerente, muy trabado y cuya lectura es excelente en el tramo final: el relato avanza en espiral, mantiene los diversos argumentos perfectamente trabados y resuelve la acción de manera envidiable. Es evidente que a Paz Soldán no sólo le ha interesado escribir un texto que sea capaz de no soltar al lector, sino que ha puesto especial interés en soldar la historia con pinceladas de reflexión política sobre Bolivia y, por ende, sobre Latinoamérica. Ese ensamblaje de distintos materiales es un recurso interesante. Pero pienso que es precisamente en este punto donde la novela pierde. La materia del deseo se encumbra cuando esas reflexiones disminuyen porque el extraordinario narrador que es Paz Soldán se deja llevar y con ello el lector también gana.